Miriam Germán Brito, sobre el poder judicial y su independencia: «Pasé un tiempo sometida a un brutal acoso”

Servicios de Acento.com.do  26 de agosto de 2019 | 3:00 pm SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Para la pensionada magistrada Miriam Germán Brito, ex presidenta de la Sala Penal de la Suprema Corte de Justicia, la ausencia de independencia en el poder judicial “devasta el carácter social y democrático que se supone consustancial al Estado de Derecho”. Para la ex jueza la independencia es una herramienta imprescindible para la administración de justicia, en cuyas decisiones no deben estar ausentes el derecho a un trato igualitario. Dijo que El Consejo Nacional de la Magistratura es un órgano político bajo la dirección del presidente de la República, y que los miembros que se suponen independientes le deben favores o le temen al jefe de Estado, por lo que no resulta confiable para garantizar la independencia del poder judicial. En un reconocimiento que le hizo la Comisión Dominicano de los Derechos Humanos, que dirige Manuel Mercedes, Miriam Germán declaró que en el Consejo de la M

El alma de la toga

Publicado por el periódico Hoy
6 Noviembre 2012, 10:18 PM

El alma de la toga
El derecho a la libre asociación es un derecho del ser humano

Escrito por: Luis Scheker (luis.scheker@claro.net.do)
Nunca he podido estar de acuerdo con la gremialización de jueces y juezas. En este país, por anárquico, más que en ningún otro. Reconozco su derecho. Como diría Joan Manuel Serrat “La Constitución le ampara”. El derecho a la libre asociación, con fines pacíficos, es un derecho fundamental del ser humano. Pero los jueces no son unos seres humanos cualquiera. Con sus muchas necesidades y aspiraciones, son dioses, o semi- dioses. Se les ha confiado la delicada y difícil función de juzgar a los demás.

De dar o quitar libertades, haciendas, honras, reputaciones con su sentencia autoritaria, con pretensión de ser definitiva, infalible, por terrible que sea: El juez habla por sentencia, dicen, y rompen el diálogo. Apegada a la ley y al derecho, es necesario que así sea, apegado a lo justo sin renegar la cortesía y la humildad. Las disputas entre particulares y la lucha contra la criminalidad hacen del juez una figura sumamente valiosa que necesita ser cuidada y protegida por el Estado y la sociedad civil, sin necesidad de sindicalización. Pero también ser supervisados y vigilados, en función del uso de sus facultades y atribuciones. Nada más necesario y justo.

Los sindicatos tienen un origen virtuoso y egoísta a la vez: “la unión hace la fuerza” y he aquí como esa fuerza positiva suele dirigirse en una sola dirección: la defensa de intereses particulares por encima del interés general; y desencadenar una serie de acciones perturbadoras y peligrosas: paralización de servicios vitales o necesarios, huelgas pacíficas, también violentas, chantaje, extorsión en defensa de intereses gremialistas. De transportistas, estudiantes, médicos, guardianes de la salud y hasta los maestros, forjadores de la conciencia cívica nacional. Los jueces - y juezas - aún no han llegado a tal extremo.

Recientemente, mientras jueces de la Vega, con justa razón, se congregaron pugnando por mayor número de empleos, mayores facilidades para el buen desempeño de su oficio y una vida digna acorde con su investidura.

La Asociación de Jueces y Juezas (sic) en cambio protesta y se rebela contra el Consejo del Poder Judicial, órgano instituido por la Constitución de la República para “el control disciplinario sobre jueces, funcionarios y empleados del Poder Judicial.” Sus motivos: dos de sus colegas han sido sancionadas con la destitución por sus desafortunadas sentencias, sin fundamento, a favor de dos imputados de crímenes de femenicidio y lavado de activo del narcotráfico. Considera la Asociación que al actuar de esa manera el Consejo se extralimita. Actúa como gremio sindical, en interés particular, no nacional: Hoy por ti, mañana por mí, desvirtuando sus altos fines.

Nadie dice ni puede presumir que la función de impartir justicia conforme con la ley y el derecho es fácil. Tampoco su sentencia está libre de temores y tentaciones. Siendo falible, el Juez yerra. No siempre su sentencia es justa. Como tampoco la ley que aplica o el procedimiento que maneja. ser. De ahí que se le exija prudencia y sentido de equidad, que no toque los extremos. No puede pretender que su “independencia de criterio” sobrepase el límite de la racionalidad, la ética y la moral, sin la cual el derecho es pura caricatura.

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